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Tingambato revela su antiguo esplendor con recreaciones 3D y acervo inédito, en su renovado Museo de Sitio

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El cuantioso ajuar de la “princesa guerrera”, compuesto por casi 19,500 piezas de piedras verdes y azules, y concha, además de cinco lanzadores de atlatl y un atractivo recorrido virtual por sus espacios, como el Palacio, la cancha del juego de pelota, plazas, basamentos piramidales, patios hundidos, altares y tumbas se presentan en el renovado Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de Tingambato, en Michoacán.

Luego de siete años de la última actualización de este espacio, la nueva puesta al día, impulsada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y el Gobierno del estado de Michoacán, incorpora en su discurso museográfico los últimos resultados del proyecto arqueológico en Tinganio, “lugar donde termina el fuego” en lengua purépecha, como también se le conoce.

El director de la iniciativa de investigación, José Luis Punzo Díaz, comenta que Tingambato se excava de forma sistemática desde 1978; no obstante, su ubicación temporal era uno de los temas a discusión, pues cada proyecto tenía una propuesta cronológica. Fue en 2015, cuando se obtuvieron las primeras dataciones radiocarbónicas (al momento suman 15), que se determinó una ocupación continua de nueve siglos, a partir de los inicios de nuestra era.

Punzo Díaz, quien comenzó el estudio del sitio hace una década, explica que el asentamiento, localizado entre la zona alta y fría de la meseta Tarasca, en el área denominada Los Balcones, y las partes bajas de la cuenca del río Balsas o la Tierra Caliente, tuvo una transformación urbana hacia 600 d.C., cuando se renovaron las principales estructuras de las áreas ceremonial y civil-administrativa, las cuales se pueden apreciar hoy en día.

“Las excavaciones realizadas en ocho temporadas de campo y su registro detallado con sobrevuelos con equipo LiDAR (teledetección con luz láser) han permitido generar modelos tridimensionales de Tingambato, y ofrecer su recorrido tanto virtual, como en el Museo de Sitio, donde ha despertado gran interés.

“Otro de los atractivos es el entierro de la ‘princesa guerrera’, hallada en la segunda tumba, descubierta en 2012, que se exhibe por vez primera. Asimismo, se hicieron reconstrucciones 3D del profuso ajuar, el cual tardamos 10 años en reconstituir, así como del personaje: una mujer entre los 15 y 19 años de edad, con deformación craneal y a la que se le acababa de hacer la modificación dentaria”, abunda el profesor-investigador del Centro INAH Michoacán.

El recorrido por la zona arqueológica se constituye por poco más de tres hectáreas; pero el estudio LiDAR arrojó que, bajo el suelo de las huertas aguacateras que la circundan, yacen vestigios de la antigua urbe dispersos en más de 90 hectáreas.

“Para Michoacán no teníamos registradas ciudades prehispánicas de esta magnitud. Debido a su ubicación geográfica estratégica, de confluencia de tradiciones arqueológicas, Tingambato fue el asentamiento más importante de la región durante el periodo Epiclásico (650-850 d.C.), aunque tenemos datos de su inicio aproximadamente en los albores de nuestra era.

“Debido al uso de la técnica de talud-tablero en sus edificios, se llegó a formular que era un enclave teotihuacano, pero no. Estas influencias fueron posteriores al declive de Teotihuacan, de manera que la urbe tarasca buscaba emular a la gran metrópoli del Altiplano Central”, puntualiza.

Los núcleos temáticos del renovado museo abordan a la antigua ciudad desde su entorno, su amplia cronología, vida cotidiana, costumbres funerarias –con los hallazgos de la Tumba 1, una cripta de 3.40 m², donde fueron depositados los restos de entre 50 y 124 individuos, y la citada Tumba 2–, su arquitectura y ocaso, vinculado a posibles eventos vulcanológicos, suscitados entre 800 y 900 d.C.

El guion temático concluye con un homenaje a quienes han participado en las exploraciones, desde sus pioneros, los arqueólogos Román Piña Chan y Kuniaki Ohi, –quien además fue promotor de las artes marciales en este pueblo michoacano–, trabajadores manuales, custodios, y hasta aquellos que han colaborado en su reconstrucción, a partir de las nuevas tecnologías.

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