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Poza Rica de Hidalgo

Preservan pigmentos de una “olla de nubes”, ofrendada por sobrevivientes de la invasión española

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La pigmentación azul de un mixcómitl u “olla de nubes”, depositado como ofrenda por una familia mexica que enfrentó los momentos aciagos de la ocupación española de su ciudad, Tenochtitlan, hace más de cinco siglos, logró preservarse gracias a la intervención de un equipo de conservadoras del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), organismo de la Secretaría de Cultura federal.

A finales de noviembre de 2022, un conjunto cerámico del periodo Colonial Temprano (1521-1620), recuperado en excavaciones arqueológicas en un predio del Centro Histórico de la Ciudad de México, llegó al Taller de Bienes Muebles Arqueológicos, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, donde, al cabo de este tiempo, ha sido restaurado.

Particular atención recibió una olla globular pintada completamente de azul que, la arqueóloga Marisol Bautista Roquez, refiere como un mixcómitl, un tipo de recipiente utilizado durante la veintena de Etzalcualiztli, la cual tenía lugar en el mes de junio de nuestro calendario, vinculada a las divinidades del agua. Un par de ellos se han descubierto en el Templo Mayor, la pirámide principal de Tenochtitlan, pero éste procede de un contexto doméstico, de ahí su singularidad.

El responsable del salvamento arqueológico, Juan Carlos Campos Varela, indica que, según las crónicas de fray Bernardino de Sahagún, la “olla de nube” recibía el corazón de quienes en esas festividades interpretaban a los tlaloques, los ayudantes del dios Tláloc; pero, en el mixcómitl hallado en la calle República de Argentina lo que se encontró fueron los delicados huesos de una codorniz (Colinus virginianus), de acuerdo con el reconocimiento zooarqueológico hecho por la maestra Thania Pérez Chávez.

Campos Varela comenta que la ofrenda en cuestión “está claramente relacionada con el culto a estas deidades y nos demuestra que, a pesar de la invasión, los indígenas continuaron y adaptaron sus usos y costumbres al nuevo orden social de la Nueva España, aun cuando fueron excluidos a barrios como el de Cotolco, fronterizo con Tlatelolco, donde hubo una gran concentración de población nativa y una alta mortandad infantil”.

Esto lo atestiguan los tres entierros descubiertos en el área próxima al depósito del mixcómitl que, de acuerdo con los estudios bioarqueológicos, efectuados por el antropólogo físico Jorge Arturo Talavera González, corresponden a tres individuos infantiles, víctimas de procesos infecciosos y deficiencia nutricional: uno de ellos contaba con 2 a 4 meses de edad; otro, también depositado dentro de una olla, tenía de 0 a 3 meses, y uno más, de 4 a 8 meses.

Asimismo, el equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, excavó la osamenta de una niña que debió contar entre 7 y 8 años al momento de morir. Sobre su cráneo estaba un cajete de la loza denominada Cuauhtitlán Bruñida, y se le acompañó de una figurilla femenina que representa a una mujer cargando a un infante; cuatro cajetes (dos de ellos trípodes) y dos malacates de pequeño tamaño, aparentemente para formar hilo fino.

Todas las piezas fueron restauradas en la CNCPC, por un equipo bajo responsabilidad de la restauradora Teresita López Ortega, quien destaca que este conjunto fue extraído fragmentado y con tierra de contexto, lo que permitió realizar su limpieza y unión, por parte de las especialistas Miriam Figueroa Bernal, Ángel Cañez Pacheco y María del Carmen Tostado Unzueta, evitando la pérdida de pigmentos y decoraciones, como los motivos geométricos en blanco del cajete, el cual sirvió de tapa a la “olla de nube”.

“En el caso del mixcómitl, debido a que el color se aplicó directamente sobre la cerámica, su conservación fue delicada, de ahí que, en zonas puntuales donde era necesario consolidar usamos un porcentaje bajo de resina acrílica, mediante aspersión”, explica al anotar que faltan los resultados de los análisis de laboratorio para definir el pigmento usado.

En ese sentido, sobresale también la preservación de los restos de capa de estuco y de policromía de la figurilla femenina y en los malacates, que fueron colocados exprofeso a la niña muerta: “Se emplearon microscopios para la observación de las cerámicas, y se vieron a detalle algunas de las cargas, como micas y cuarzo presentes en los malacates; asimismo, se confirmó la presencia de restos de estuco y algunas partículas de pigmento rojo.

“Durante el proceso, el cual inicia con el dictamen de estado de conservación, y mediante el análisis, registro y limpieza de las piezas, surgió información que es de utilidad a los arqueólogos para su interpretación. Ese es uno de los grandes aportes de la conservación-restauración”, finaliza la restauradora López Ortega.

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