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El sonido prehispánico viaja a Italia en la exposición Tlapitzalli. Ritos y sonidos del México antiguo

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La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ultima el embalaje de 163 piezas arqueológicas que integrarán la exposición Tlapitzalli. Ritos y sonidos del México antiguo, la cual se presentará en el museo de las Scuderie del Quirinale, en Roma, Italia, a partir del 30 de julio de 2024, en ocasión del 150 aniversario de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.

Se trata de la mayor exposición dedicada al mundo sonoro de Mesoamérica, jamás presentada en Europa, en la cual se vierten años de análisis a colecciones arqueológicas asociadas al sonido, por parte de un grupo conformado por musicólogos, restauradores, arqueólogos, historiadores, antropólogos, etnólogos y biólogos de distintas instituciones.

La coordinadora del equipo multidisciplinario, Frida Montes de Oca Fiol, refiere que tlapitzalli es el término nahua con que se designa a los instrumentos de viento; no obstante, el discurso museográfico no se limita a los aerófonos, sino que aborda los diversos significados de la música en el México prehispánico, al que se le consideraba de origen divino.

En palabras del propio Miguel León-Portilla, la música “resonó en la adoración de los dioses y alegró la existencia de los seres humanos. Se escuchó en las batallas y también cuando alguien nacía y cuando alguien moría. […] Era y es, en fin, consuelo en las aflicciones del cotidiano existir”.

En la Sala Culturas del Golfo del Museo Nacional de Antropología (MNA) se realizan los últimos registros fotográficos de una estela proveniente del sitio Castillo de Teayo, en Veracruz, que dará la bienvenida al público de la muestra. El monumento huasteco, de aproximadamente de 3.5 metros de altura, es una de las 53 obras originales y tres reproducciones que prestará temporalmente este recinto para la exposición internacional.

En opinión de la subdirectora de Arqueología del MNA, Laura del Olmo Frese, la estela, que data del periodo previo al contacto español, el Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.), es significativa porque representa a Quetzalcóatl en su advocación de la divinidad del viento Ehécatl, pues porta sus atavíos: un gorro cónico y un collar de caracoles del que pende un ehecacózatl o joyel del viento y un caracol cortado transversalmente, a la altura de la espira.

En la cultura nahua, indica, se atribuía a Quetzalcóatl el haber repartido al ser humano los diferentes instrumentos para la adoración de los dioses, mediante la música y la danza.

Por su parte, la especialista de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH, Frida Montes de Oca, abunda que en el México antiguo las deidades tenían un carácter dual, y eso también se reflejaba en la música. Por ejemplo, en las guerras, los instrumentos de viento eran tocados a la par de los tambores, vinculados a la tierra: “Así, mientras el huéhuetl marcaba el ritmo, el caracol-trompeta hacía el llamado al combate”.

Otro de los objetivos de la exposición es abordar la tecnología detrás de ellos, caso de una flauta cuádruple de origen teotihuacano, única en su tipo: “tiene cuatro silbatos, dos de ellos son el sonido y el otro par es el acompañamiento; y posee otros orificios que servían para estabilizar o distorsionar los sonidos”.

“A este instrumento se le realizaron radiografías, análisis de luz ultravioleta e, incluso, se introdujo una cámara para conocer su composición interna y las intervenciones que se le habían realizado. La intención era que volviera a sonar como en su origen, pero no se logró, dado que tiene una restauración dentro de uno de los tubos. Pese a ello, grabamos algunos de los sonidos que emite, y estos se podrán oír en la exhibición”, adelanta.

Por su parte, Del Olmo Frese anota que muchas de las piezas facilitadas por el MNA proceden de su bodega, por lo que serán inéditas para las y los visitantes europeos, “con los musicólogos hicimos varias grabaciones de los sonidos que aún producen, y para el público será una sorpresa escucharlos”.

“Los silbatos son ricos en su tonalidad. Los que representan a las ranas, emiten un sonido parecido al croar, y los que simbolizan pájaros producen silbidos y trinos. Uno muy interesante es el denominado ‘Silbato de la muerte’, de la cultura mexica que, al momento de ejecutarlo, emana una especie de aullido que eriza la piel. Este es uno de los aspectos que maravillan, cómo después de un milenio de haber sido creados aún producen estos sonidos tan variados”.

Además de las piezas arqueológicas, se verán fotografías de conjuntos sonoros actuales, producto de investigaciones etnográficas; imágenes de códices anteriores al contacto con los europeos y radiografías e infografías que permitirán adentrarse en la materialidad y tecnología de algunos instrumentos.

Mediante siete ejes temáticos, en Tlapitzalli, la cual permanecerá hasta el 14 de septiembre en el recinto italiano, se apreciarán 163 piezas arqueológicas, provenientes de 13 museos de la Red del INAH, así como de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia y del Museo de Antropología e Historia del Estado de México.

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