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Aunque en las investigaciones recientes sobre Teotihuacan sobresalen los nombres de Linda Manzanilla Naim, Julie Gazzola y Verónica Ortega Cabrera, otras especialistas están volcadas en comprender la vida más allá de su área monumental, la cual constituye menos del 10 % de lo que fue la gran metrópoli.
Sobre este eje giró la segunda mesa de debate del INAHfest “Teotihuacan, presente imperfecto. Diálogo de saberes”, encuentro que la Secretaría de Cultura federal, a través de la Coordinación Nacional de Difusión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), realiza en el Museo de Murales Teotihuacanos “Beatriz de la Fuente”.
Con el título “Mujeres que estudian Teotihuacan” y bajo la estela de predecesoras, como Laurette Séjourné, cuatro expertas dieron a conocer parte de sus trabajos: la arqueóloga Claudia María López Pérez, la socióloga Dulce Anahí Juárez Rivero, la arquitecta Silvia Ibáñez Bravo y la restauradora Rosa Liliana Alfaro Martínez.
Para dar contexto, la investigadora de la Zona Arqueológica de Teotihuacan (ZAT), Claudia María López Pérez, explicó que la sociedad de este centro urbano, cuyo desarrollo se dio entre 150 a.C., y 650 d.C., fue compleja, estratificada y multicultural, pues recibía a grupos de diferentes regiones de Mesoamérica, los cuales provenían de territorios que hoy ocupan los estados de Puebla, Tlaxcala, Oaxaca, Morelos y Veracruz, y del occidente mexicano, entre otros.
Se trata, dijo, “de áreas habitacionales que se hallan debajo de la ocupación de poblados actuales. Teotihuacan alcanzó una extensión máxima de 22 kilómetros cuadrados y podía albergar a más de 100,000 habitantes en sus más de 2,000 conjuntos departamentales, los cuales estaban agrupados en barrios, donde se encontraba la base de su organización”.
La especialista en análisis de materiales arqueológicos mencionó que, a la fecha, se han desarrollado poco más de 60 proyectos, los cuales han implicado excavaciones en el área central, y cerca de 1,900 salvamentos, la mayoría en la periferia, los cuales han sido clave para acercarse a la vida cotidiana de la urbe.
En este sentido, Anahí Juárez comentó que, al ser una zona protegida y reglamentada por el decreto de 1988, se prohíben edificaciones en ciertas áreas, donde una revisión previa por parte del INAH debe verificar la existencia de restos arqueológicos. “Existe un cuestionamiento de los habitantes, pues consideran que se sobrevalora el pasado a costa de sus necesidades, un asunto que lleva al tema complejo del crecimiento de la mancha urbana, aparte del surgimiento de nuevas identidades que entran en choque con la dinámica de los pueblos originarios del área.
“Aparentemente, el pasado y el patrimonio cultural juegan roles distantes entre sí. Tenemos una visión del Estado que indica lo que debe valorarse, reglamentando y controlando la distribución de los espacios mediante el gobierno, pero, a veces, contraviniendo lo establecido sobre el trato de los monumentos, sin considerar que ese patrimonio forma parte de la historia de los pueblos y de la identidad de sus habitantes”, expuso la socióloga.
Por su parte, la restauradora de la ZAT, Rosa Alfaro Martínez, recordó que Teotihuacan fue una ciudad a todo color, cuya zona arqueológica es donde hay más representaciones pictóricas in situ: “Todos los colores y los diseños que presentan la hacen única, y definen el estilo y la identidad de esta cultura”.
Al respecto, la arquitecta dictaminador Silvia Ibáñez Bravo anotó que, en algunos casos, como el conjunto de Zacuala, se determinó desprender la pintura mural para su preservación. Esto se dio en coincidencia con el proyecto arqueológico desarrollado entre 1962 y 1964, y el entonces recién creado Departamento de Catálogo y Restauración del Patrimonio Artístico del INAH.
Estos elementos se resguardan en los museos de Murales Teotihuacanos, de Sitio de Teotihuacan, Nacional de Antropología, y de Antropología e Historia del Estado de México, además de los acervos de la ZAT.
Concluyó que “la actuación de técnicos-restauradores del Centro Nacional de Conservación de Obras Artísticas, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, en el proyecto Teotihuacan, sentó la presencia de los mismos en las excavaciones arqueológicas, y propició la transferencia de saberes teóricos y prácticos”.
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