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Cuatro de cada cinco mujeres indígenas sufren violencia obstétrica

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Cuatro de cada cinco mujeres indígenas sufren violencia obstétrica
Cuatro de cada cinco mujeres indígenas sufren violencia obstétrica

En México, cuatro de cada cinco indígenas son víctimas de la violencia obstétrica, lo que se refleja en el maltrato, la humillación, ridiculización y en agresiones psicológicas, físicas y verbales en el control del embarazo, el parto o al solicitar atención en los servicios de salud, advirtió Natividad Gutiérrez Chong, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM.

Los pueblos originarios son el sector más desprotegido, el que sufre más agresiones en todas sus formas y las mujeres con hijos son las que resienten la mayor carga de estereotipos y una cultura violenta reflejados en distintos ámbitos de la vida cotidiana, subrayó en ocasión del Día de las Madres, que en México se festeja cada 10 de mayo.

Los casos de violencia obstétrica en el país reflejan la discriminación y carencias que enfrenta este grupo. Se han documentado incidentes de parto en la recepción, pasillos o en jardines de los hospitales al serles negada la atención médica.

En los servicios a las indígenas con frecuencia se incumplen lineamientos de práctica médica y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pues se les realizan cirugías sin su autorización o el de su pareja o acompañante. El trato es precario, insuficiente, de mala calidad y violento, sintetizó.

Sin los cuidados establecidos por distintas normas nacionales e internacionales, sus niños nacen con carencias graves, como desnutrición. “Estamos ante una práctica de violencia obstétrica sin control que representa un problema de salud pública”, advirtió.

Se requieren estrategias transversales y de género que sancionen estas prácticas negativas como delito y diseñar campañas masivas para crear conciencia entre la población para no considerar a este grupo como ejemplo de pobreza y una carga por tener hijos y mendigar en las calles. Es necesario un esfuerzo integral sin escatimar recursos, recomendó.

“Las madres indígenas no sólo son el último eslabón de una cadena perversa de sometimiento machista, sino las guardianas de la tradición y la cultura originaria”, sostuvo la especialista.

Violación de derechos humanos y reproductivos

La violación de los derechos humanos y reproductivos de las indígenas se expresa en burlas, ironías, regaños, insultos, amenazas, humillaciones, manipulación de la información y negación al tratamiento.

Estas agresiones incluyen el uso de anticonceptivos, esterilización de las pacientes sin su consentimiento o negar a las madres la posibilidad de cargar y amamantar a sus bebés. Además, se les responsabiliza de recibir un trato deficiente por no hablar español.

Cifras

De acuerdo con estimaciones oficiales, en el país hay más de seis millones de mujeres indígenas y seis de cada 10 están en etapa reproductiva. En promedio, comienzan su vida sexual a los 16, aunque se reportan casos en que la edad disminuyó a los 12 años.

Su tasa global de fecundidad es de 3.23 hijos, en comparación con las no indígenas que tienen 2.1. El 45.8 por cierto de las primeras debe pedir permiso para usar anticonceptivos, respecto al 34.9 por ciento de mujeres de otra procedencia en la misma situación. En Chiapas y Oaxaca —las entidades con mayor número de habitantes de lenguas originarias— se reporta el índice de desabasto de herramientas de control natal más elevado.

Por sus repercusiones, por primera vez diversas organizaciones de la sociedad civil denunciaron —a nivel mundial— casos de violencia obstétrica y muerte materna en una audiencia celebrada en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en marzo pasado.

Recientemente, el Senado avaló un paquete de reformas a fin de sancionar al personal de hospitales públicos y privados que incurran en maltrato, negligencia y abusos contra embarazadas.

La doctora en Sociología expuso que la mayoría de las indígenas son jefas de familia porque son abandonadas desde jóvenes o enfrentan agresiones o abandono por parte de los hombres. Esto fragmenta el tejido social e implica la ruptura emocional y afectiva familiar.

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