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Día internacional de la mujer. Las hijas de Sor Juana

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Día internacional de la mujer. Las hijas de Sor Juana
Día internacional de la mujer. Las hijas de Sor Juana

En el marco del día internacional de la Mujer autoridades municales reconocieron la labor de un grupo de mujeres que hace treinta años lograron edificar una escuela. A coninución la historia relatad por quien era el director de esa ecuela.

Cuauhtémoc Cruz Castañón

Muchos maestros y maestras opinan que los padres de familia no deben intervenir en los asuntos escolares, como si la comunicación fuera privilegio de unos cuántos. Se olvidan que hay tres ámbitos que dan vida a la comunidad escolar: familiar, la escuela y las relaciones ene aula. Y lo que es peor, muchas mujeres humildes o analfabetas son marginadas de los acuerdos  y decisiones para lograr una escuela digna y una educación de calidad, y existe la extendida idea de que las mujeres son muy comunicativas y revoltosas. Yo en cambio, necesitaba de ellas para conseguir de esa escuela digna y esa educación de calidad en aquella apartada colonia, la Sector Popular, que fundó con familias proletarias de Poza Rica. Alumnas y alumnos no faltaban. Funcionaba el plantel en forma bidocente y por ello me hice cargo de tres grados.

Par erigir las aulas convoqué a los hombres de la colonia. Pero no llegaron. Sólo acudieron las mujeres, el sexo débil, las consideradas “revoltosas” quienes me brindaron su apoyo. Atender l familia, hacer labores domésticas y construir una escuela   y construir una escuela no sería nada fácil, pero me habían dado su palabra y eso para mí era suficiente.

Para colmo de males en esos días un fuerte ventarrón azotó con furia la endeble galera en que laborábamos. El fenómeno llenó de pavor a mis alumnos y alumnas, quienes gritando y llorando se abrazaban a mí buscando un refugio seguro. A causa de ello los planes de construcción tuvieron que acelerarse.

Vi como aquellas mujeres, pálidas por l mala alimentación, se apropiaron del compromiso de educar nuestra escuela primaria. De inmediato decidimos  hacer colectas, rifas, quermés, bazares y muchas faenas. Había gran optimismo y pronto recaudamos los primeros fondos. Pero nunca falta un negrito en el arroz…

Cerca del plantel había una casa donde se vendía aguerdiene. Al pasar oíamos los gritos delos beodos que ofendían a las mujeres: ¡Viejas argüenderas! ¡Aplanacalles!, ¡ Váyanse a echar tortillas hijas de la … Sor Juana!- nuestra escuela se lama Sor Juana Inés de la Cruz . Después se escuchaba un coro masculino de burlonas carcajadas. Entonces recordaba los versos de la Décima Musa: “hombres necios que acusáis…” y seguíamos nuestro camino.

Sostuvimos diálogos con líderes de la comunidad y enviamos escritos a diversas instituciones y dependencias gubernamentales, pero las respuestas no fluían. Eso sí legaron más problemas. Las señoras comenzaron a vivir discusiones en sus hogares enfrentando a maridos exigentes, desconfiados, golpeadores, alcohólicos; pos su ausencia en el hogar.

Por fortuna en esos días recibimos varias respuestas: el club de Leones y las damas voluntarias de Pemex nos ayudaron. Los líderes de la colonia donaron el terreno y gestionaron el drenaje, la luz y el agua potable, y el Sindicato de Empleados Municipales aceptó apoyarnos en la construcción de dos salones.

Muy motivados, alumnas, alumnos y docentes reforzamos el trabajo escolar. Y no lo hicimos mal, pues durante varios los obtuvimos los primeros lugares de aprovechamiento. Distinguidas alumnas, Estela, Maribel, Lura y Karla dieron prestigio a nuestra institución aunque jamás recibieron beca alguna.

Por otra parte, la construcción estaba muy avanzada pero no había dinero para comprar ell cemento de la losa. Entonces sucedió algo que nos animó mucho: un matrimonio de invidentes nos ofreció todas sus limosnas. Agradecimos el gesto pero no lo aceptamos. Mejor conseguimos el cemento a crédito, aunque había la seguridad de que o pagábamos en quince días o íbamos a la cárcel. Y como en los retos anteriores a pesar de la precaria situación de aquellas mujeres cumplimos a tiempo. Y hubo festejo y muchas emociones cuando inauguramos nuestra flamante escuela.

Ahora sé que la educación no avanzaría sin la fuerza inquebrantable de las mujeres. Quizá fue el afán de justicia, de responsabilidad y de triunfo el que hizo que estas mujeres humildes trabajaran en las rudas obras de construcción. Hasta una vez terminada su escuela. Realmente parecían hijas de Sor Juana, porque heredaron su valentía, su honor y su fortaleza de mujer.

Hoy, sus hijas e hijos disfrutan de un plantel propio. Ellas caminan con dignidad y sonríen satisfechas cuando  ven nuestra escuela y, en la entrada, el nombre de la gran poetisa Sor Juan Inés de la Cruz. Ellas son las verdaderas protagonistas de esta historia. A mí me corresponde escribir este relato como un homenaje  a las auténticas constructoras de un pueblo “Las hijas de sor Juana”

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