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Por: Luis Navarro Arteaga
Fotografía: Miguel Rivera Salinas
Cuando bajaron las aguas del Río Tecolutla, en una tienda departamental de Gutierrez Zamora, se encontraron los cadáveres de una mujer y un bebé. El pequeño estaba en los brazos de la que todos suponen era su madre. Este es uno de los más tristes recuerdos de los sobrevivientes de la inundación de octubre de 1999. La suerte del pequeño fue la misma que la de decenas de personas en aquellos días aciagos. Sin embargo, hubo otros recién nacidos que, afortunadamente, vivieron para contar lo que sucedió con ellos y sus madres los días 4, 5 y 6 de octubre.
Una de ellas es Mayra Daniela, quien nació el 5 de octubre del 1999 en el hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social. Cuenta que a su madre le practicaron una cesárea, pero a pesar de que aún estaba convaleciente la evacuaron debido a que también ese lugar se estaba inundando.
Cuando la bebé y su madre llegaron a su casa, debieron huir de nuevo. “Yo era una bebé de horas apenas así que ella tuvo que llegar a mi casa … y correr porque nosotros vivimos por Gaviotas y dijeron que había una fuga de gas…toda la gente salió a correr porque pensaron que iba a explotar o algo así y pues todas lo que hizo la gente fue correr hacia el cerro. Mi mamá recién operada tuvo que correr al cerro conmigo en brazos” relata.
Menciona que sus hermanas, que se habían quedado en Las Gaviotas durante la inundación no habían comido nada en dos días, pues la madre había pasado 4 y 5 de octubre en el hospital. “Me cuentan que lo de la fuga del gas fue un mito, se supone que dijeron eso para que la gente se fuera y corriera y no vieran cómo sacaban a los inundados de Gaviotas”
Otra recién nacida en octubre de 1999, Sandra Luz, de la comunidad de Comalteco, Espinal; menciona que nació tres días antes de la inundación. Dice que es prematura porque cuando su madre viajó a Papantla, el primer día del mes, a consulta con el ginecólogo, a la última revisión antes del parto, el autobús en el que viajaba se hundió en un profundo bache “De lo mismo de que estaba lloviendo muy fuerte, entonces en la noche a ella se le reventó la fuente y la sacaron de emergencia” bajo un torrencial aguacero.
Para el 4 de octubre Sandra Luz y su madre llegaron a la comunidad que unas horas después ya se había inundado tras el desbordamiento del río Tecolutla. “ Se metió el agua y hubo muchos damnificados …todo fue muy rápido subió como en una hora el agua y los animales se fueron…no había agua, no había comida no había donde se bañaran, no había donde hicieron su comida todo se destrozó … se perdieron todas las pertenencias”.
Lo que vivieron durante esos días fue una situación que los marcó. Los animales que habían muerto sirvieron de alimento, fueron destazados y devorados, por los damnificados hambrientos, esperaban a que se asentara el agua que almacenaron en los pocos trastes que les quedaron y la bebieron sin medir las consecuencias de lo que pudiera suceder por ingerir el líquido. “no entraba nadie a darnos, después llegaron, pero ya era tarde”, lamenta.
Han pasado 19 años, pero para muchas personas aún quedan secuelas y no se han recuperado del todo, ”hay personas que no tienen sus casa al 100% todavía” refiere con tristeza esta joven que vivió la tragedia en brazos de su madre y sus familiares.
Venecia con preocupaciones
Frente a la vivienda de Jacqueline Arenas Pérez – actualmente estudiante de ingeniería ambiental en la Universidad Veracruzana- había tal cantidad de agua, que por momentos se pensaba que la casa, en Totolapa, Tihuatlán, había sido construida frente a la playa o que aquello era “Venecia, pero con preocupaciones”, según le cuentan sus mayores.
El desbordamiento del rio Cazones fue impresionante. El agua “alcanzaba a cubrir tres cuartas partes de las casas de dos plantas y las personas que tienen su casa de una sola planta se quedaron atrapadas en las azoteas en sus domicilios, las autoridades correspondientes les auxiliaron utilizando lanchas para poder ayudarlas a salir de la inundación”, afirma.
Pero no todos fueron ayudados por las autoridades, la mayor parte de la gente se salvó sola y para todas estas bebés de 1999, las grandes heroínas fueron sus madres. Ingrid Daniel Álvarez, de Gutiérrez Zamora – estudiante de psicología en la UV- tenía 10 meses de nacida, cuando durante la noche del 4 de octubre, como a las 11:00 de la noche, sus parientes se dieron cuenta que ya el río Tecolutla estaba desbordando.
La madre, que llevaba en un brazo a la bebé y en otro a un sobrino de 5 años de edad, se refugiaron en el techo de una casa de dos pisos, pero en horas, debieron buscar otra, esta de tres pisos “ahí estuvimos varias personas a mí por ejemplo mi mamá me comenta que como yo era pequeña y pues no agarramos ni comida ni nada, ella me daba agua de lluvia con un poquito de leche que tenían por ahí las personas del lugar donde nos quedamos”.
Los adultos prefierían no comer y le daban lo poco que tenía a los pequeños, que eran unas tortillas mohosas y pan duro y en mal estado. La noche fue “se escuchaba cómo la gente pasaba enfrente de ellos gritando que los ayudaran pero como la corriente era muy fuerte no se pudo hacer nada”. Además, se oía cómo el agua del río al llegar al mar hacia un enorme ruido, como si un enorme monstruo rugiera de dolor.
Cuando el agua bajo, los mayores le cuentan a Ingrid que las calles estaban llenas de lodo y que en una tienda departamental “encontraron a un bebé junto con su madre, su madre abrazando a su bebé y no sé qué tantas cosas, hubo tanta gente que murió… “Gracias a Dios aún estamos aquí”.