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Las calles de la ciudad se ven diferentes, una de las fiestas más grandes está por iniciar, una tradición que nos hace recordar a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, durante estas fechas nos hace pensar en que comían o que bebían y en todos aquellas anécdotas que vivimos con ellos, esas por las que no podemos olvidarlos y los seguimos recordando.
El Día de Muertos, se respira, el olor del copal es inconfundible, se ve a través de los colores de las flores de cempasúchil y la mano de león. Los mercados del centro de la ciudad se ve más vivo que nunca, todos se preparan con las compras para realizar el pan de muertos, el chocolate, los tamales y el tradicional altar.
Todos Santos es la fiesta en la que los vivos recuerdan a los muertos, es una de las tradiciones más antiguas y que nos distinguen a los mexicanos; los días en los que se celebra son el 31 de octubre, el 1 y el 2 de noviembre. Se tiene la creencia que las almas de los niños vienen de visita el día 1 de noviembre y el día 2 los fieles difuntos.
En el primer cuadro de la ciudad se puede observar calaveras, papel picado, mandarinas, caña, calabaza, palmilla y todo lo necesario para realizar los manjares que solo en estas fechas degustamos, vivos y muertos.
Durante todo el año se hablado la crisis económica por la que a traviesa la ciudad, se han quejado empresarios de todos los rubros, amas de casa, obreros, todos sin excepción; pero a pesar de esto y contra todo pronóstico, a la urbe acuden vendedores foráneos que ven en la ciudad un lugar con bonanza en el que aún es negocio, venir en estas fechas a ofrecer los productos del campo.
En algunos establecimientos del centro de la ciudad también se pueden observar disfraces para Halloween pero es evidente que la tradición se antepone, aunque está presente la costumbre “gringa”, sigue siendo más poderosa nuestra tradición.
El Día de Muertos es reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial, es una tradición que no muere, por el contrario sigue más viva que nunca y nos ayuda a no olvidar aquellos que ya no están entre nosotros pero que siempre vivirán en nuestros recuerdos.