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El museo arqueológico de la Costa Grande incorpora una historia inédita, la piratería en Zihuatanejo

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Sumergida en las aguas cristalinas de la barrera rocosa de playa ‘Las Gatas’, en Zihuatanejo, Guerrero, permanece un ancla que es testimonio de uno de los actos más osados del famoso corsario inglés George Anson (1697-1762). La historia detrás de este episodio se narra en el renovado Museo Arqueológico de la Costa Grande (Macogra) que, por vez primera, incorpora el tema de la piratería.

Localizado en el céntrico Paseo del Pescador, el recinto reabrió sus puertas hace unas semanas, luego de trabajos de rehabilitación arquitectónica y actualización de su guion museográfico, a cargo de los gobiernos del Estado de Guerrero y del Ayuntamiento de Zihuatanejo de Azueta, los cuales contaron con el impulso particular de la artista Carmen Parra y la restauradora Marisa Gómez Dantés.

La Secretaría de Cultura de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), apoyó en la elaboración de contenidos. Tanto los equipos de investigación del Centro INAH Guerrero, como de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS), que dirigen Hector Romeo Torres Calderón y Roberto Junco Sánchez, respectivamente, dieron sentido al mar de historias de la Costa Grande.

El historiador de la SAS, Eduardo Cruz Soto, quien colaboró en el proyecto, comenta que a este propósito se enriqueció la Sala 4, al tratar la importancia de la región en la ruta transpacífica del Galeón de Manila y, por tanto, como punto estratégico para el asalto y abrigo de incursiones piratas, principalmente en los siglos XVII y XVIII.

Se informa también sobre los trabajos llevados por esta dependencia en el área, como prospecciones geofísicas en la bahía de Zihuatanejo, para caracterizar el fondo marino y localizar materiales ferrosos asociados al contexto arqueológico de tres navíos hundidos por Anson, en 1742: Nuestra Señora del Monte Carmelo, Nuestra Señora del Carmen y El Aranzazú.

Estos tres barcos mercantes, refiere, habían sido capturados por el corsario a finales de 1741; dos de ellos en Valdivia, Chile, y otro en el puerto de Paita, en la costa norte de Perú. Su ambición era tal, que se dirigió a la Nueva España (México), con la idea de apoderarse de un galeón de Manila que se dirigía a Acapulco.

Sin embargo, el sistema defensivo del puerto lo intimidó, y se desvió hacia Zihuatanejo. Debido al tamaño del convoy -que incluía su propio barco, el HMS Centurion-, en marzo de 1742 Anson decidió desmantelar y quemar las naves capturadas. Sus restos quedaron en el fondo de la bahía, dando lugar a la leyenda de que las playas ‘de la Madera’ y ‘de la Ropa’, deben sus nombres a los fustes y mercancías que flotaban en el mar.

Las investigaciones de la SAS, explica su titular, Roberto Junco, han revelado 11 sitios con potencial arqueológico en la bahía de Zihuatanejo, varios de ellos en relación con ese hecho histórico, aparte de la mencionada ancla tipo almirantazgo, extraída en los años 60 del siglo XX, por el buzo Oliverio Maciel Díaz y que, tiempo después y para su preservación, volvió a sumergirse en la playa ‘Las Gatas’.

En el Macogra se exhibe un cañón y una botija perulera -descubierta por el buzo Gregorio Bustos Ayvar-, posibles testigos de estos eventos, y una réplica a menor escala del ancla ‘Oliverio’ -cuyo original mide 3.70 m de largo por 2.20 m de punta a punta de sus brazos-, basada en fotogrametría realizada por el especialista de la SAS, Gustavo García García. También destacan fragmentos de porcelana china, que la misma subdirección ha localizado en los sitios El Bocotal y Río Chiquito, corroborando la importancia de Zihuatanejo en el tráfico marítimo novohispano.

El arqueólogo Junco, quien se doctoró con una tesis dedicada justamente a “las naves perdidas del almirante Anson en Zihuatanejo”, abunda que este personaje resulta fascinante por su temeridad, la cual supuso un gran descalabro para las arcas de la corona española, y un milagro para las de la corona inglesa:

“El 20 de junio de 1743, por fin, consiguió capturar un galeón al suroeste de Filipinas, el Nuestra Señora de Covadonga, que iba cargado de un inmenso botín. Anson regresó a Inglaterra habiendo dado la vuelta al mundo, una proeza que solo había realizado su compatriota, el pirata Francis Drake, en el siglo XVI. Así es como tituló sus memorias, Viaje alrededor del mundo, que para el siglo XVIII serían un best seller”.

En la Sala 4 del Macogra también se pueden observar: un fragmento de este libro en que se describe la bahía de Zihuatanejo y sus alrededores, y un grabado del mismo, que muestra el enfrentamiento del HMS Centurion y el Nuestra Señora de Covadonga, frente al cabo Espíritu Santo -donde éste último fue capturado-, además de un retrato del almirante inglés.

Un catalejo Dolland London y un modelo del barco San Pedro -réplica a escala del navío en el que fray Andrés de Urdaneta viajó a Filipinas en 1564, la cual fue elaborada por Jesús Bracamontes Aviña y donada por la propia Carmen Parra- también forman parte de la colección que muestra el renovado Macogra (Paseo del Pescador s/n, Centro de Zihuatanejo, Gro.), que puede visitarse de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas. Entrada general: 15 pesos.

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