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Recuperan las contribuciones de Helga Larsen y Bodil Christensen a la etnografía y arqueología mexicanas

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Las hermanas danesas Helga Larsen (1891-1938) y Bodil Christensen (1896-1985) contribuyeron a sentar las bases de la etnografía y arqueología mexicanas; sin embargo, su trabajo fue invisibilizado en un campo dominado por hombres durante la posrevolución; de ahí, la necesidad de revalorar sus contribuciones, cuya tarea ha emprendido el investigador Jesper Nielsen.

En el ciclo de conferencias “La arqueología hoy”, de El Colegio Nacional, coordinado por el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Leonardo López Luján, el profesor asociado de la Universidad de Copenhague abordó la experiencia mexicana de ambas mujeres.

Así como algunas investigaciones han permito poner en su justa dimensión el legado de mujeres mesoamericanistas, como Zelia Nuttall, Adela Breton y Tatiana Proskuoriakoff, el conferencista consideró que la obra de Helga Larsen y Bodil Christensen apenas está siendo recuperada.

“Por ejemplo, es poco conocido que, al mismo tiempo que su compatriota Frans Blom, estas hermanas realizaron un trabajo asombroso y pionero en el centro de México y Oaxaca”, expresó.

En la ponencia Arrojo y curiosidad, Jesper Nielsen describió el temperamento de ambas que, sin educación formal en el campo científico de los estudios mesoamericanos, pasaron a formar parte de los círculos académicos locales y se involucraron cada vez más en trabajos etnográficos y arqueológicos, en estados como Puebla, Tlaxcala, Morelos y Veracruz.

El investigador explicó que las dos llegaron a México después de la Revolución, estableciéndose en la capital del país, donde trabajaron en la compañía telefónica Ericsson, además de desempeñarse como traductoras y secretarias.

En 1934 y 1935, participaron en la segunda expedición sueca a México, dirigida por los etnógrafos Sigvald Linné y Gösta Montell. “Helga y Bodil desempeñaron un papel importante. Sus viajes previos por las regiones que rodean la Cuenca de México les brindaron conocimientos y contactos de gran valía.

“Inclusive, Linné afirmó: ‘Fue solo su íntimo conocimiento del país y de los nativos, lo que nos permitió adquirir material extenso y científicamente importante, así como colecciones arqueológicas”, refirió el ponente, quien mencionó que uno de los descubrimientos más significativos fue la nombrada vasija de Las Colinas, la cual se encontró al excavar una tumba en Calpulalpan, Tlaxcala, que contenía piezas de cerámica teotihuacana.

Derivado de esa expedición, se enviaron colecciones arqueológicas y etnográficas impresionantes al Museo de Estocolmo, mismas que fueron repatriadas en 2022. Parece que, a las hermanas, “les interesaba la gente viva, más que cualquier otra cosa pues, durante su estancia en Tlaxcala, registraron una danza de yaquis que, por su participación en actos de rebeldía contra el gobierno, habían sido deportados de Sonora”.

A mediados de la década de 1930, hicieron un estudio amplio de los ritos de graniceros en las faldas del volcán Iztaccíhuatl y, por vez primera, a lomo de caballo, se internaron en San Pablito Pahuatlán, un pequeño y aislado poblado de la Sierra Norte de Puebla, para documentar el ritual de voladores. Sería la primera de varias visitas que les permitieron descubrir una vida regida por el calendario ritual de 260 días.

Su conexión con el lugar sería tan profunda que, las cenizas de Helga, quien falleció de manera prematura en 1938, fueron esparcidas en las laderas de los cerros cercanos. Al respecto, de su autoría, permanecen inéditos dos artículos: Following the Trail of the Dead y Celebrating the Day of te Dead in Mexico.

El especialista del Departamento de Estudios Transculturales y Regionales, de la Universidad de Copenhague, señaló que la mayor de las hermanas también trabajó en Chichén Itzá, como secretaria del arqueólogo estadounidense Sylvanus Morley, y le acompañó en una visita a los rebeldes mayas cruzo’ob de Xcacal Guardia.

Pese a la dura pérdida, Bodil continuó su trabajo y se enfocó en las figuras rituales de papel amate, que los nahuas y los otomíes de Puebla obtienen de las fibras de árboles de jonote.

A partir de 1940, año en que se naturalizó mexicana, experimentó una suerte de “renacimiento”, investigando más por el centro y sureste del país. En la década siguiente, se involucraría en el estudio y colección de textiles indígenas, sobre todo en el estado de Oaxaca, convirtiéndose en colega cercana de la antropóloga estadounidense Irmgard Weitlaner Johnson.

Nielsen destacó la fotografía documental de Bodil, un sinnúmero de imágenes de modos de vida indígenas, yacimientos arqueológicos, edificios coloniales y paisajes de México. En 1985 falleció y sus cenizas fueron esparcidas en una montaña de San Felipe del Agua, Oaxaca; “así, tanto Bodil, como Helga, pasaron a formar parte del paisaje mexicano y del gran ciclo de la naturaleza”, finalizó.

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