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Ídolos, exposición reveladora sobre el auto de fe de Maní, galardonada con el Premio Miguel Covarrubias del INAH

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Centrada en el auto de fe de Maní, ejecutado 460 años atrás en esa población, Ídolos. Persistencias/Resistencias, exposición que se presentó en el Museo Regional de Antropología de Yucatán, Palacio Cantón, buscó mostrar, desde los restos de la destrucción, cómo se configuran memorias que retornan al presente, y actualizar la fuerza de la cultura maya.

La exhibición, la cual permaneció del 8 de febrero al 11 de junio de 2023, en el recinto meridano, obtuvo el Premio INAH Miguel Covarrubias 2024, otorgado por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en la categoría a Mejor Trabajo de Diseño Museográfico y Muestra Realizada, y refleja la perspectiva transdisciplinaria con que fue concebido.

La coordinación general de Ídolos estuvo a cargo de la exdirectora y del titular del museo, Giovana Jaspersen García y Bernardo Sarvide Primo, respectivamente. Entre sus objetivos estuvo el dimensionar las pérdidas en la ejecución pública de Maní, considerada la mayor destrucción cultural en nuestra historia, para activar reflexiones en torno al valor de la diferencia, la memoria, el pasado y el presente.

Detrás de la puesta, como expresó en sus redes sociales Giovana Jaspersen, estuvo “un equipo trasatlántico, que sumó talentos para que el Museo Palacio Cantón mostrara la fascinante y poco conocida historia del auto de fe de Maní, con sus persistencias y sus resistencias. Las colecciones eran un sueño, a las que se sumó la tecnología y realidad aumentada para mostrar el sitio ‘donde todo pasó’”.

Para ello, el profesor de la Universidad del Estado de Missouri, John F. Chuchiak IV, encabezó un grupo de historiadores, arqueólogos, arquitectos e ingenieros en animación, de México, Estados Unidos, España, Italia y Alemania, el cual reconstruyó escenarios históricos y personajes, mediante novedosas herramientas tecnológicas.

La recreación virtual del suceso atroz, hecha por el arquitecto Antonio Rodríguez Alcalá y sus alumnos de la Universidad Anáhuac Mayab, acercó al público a esos cientos de prisioneros mayas que se agruparon alrededor de una gran fogata en la plaza de Maní, y observaron cómo, en 1562, fray Diego de Landa instruía la destrucción y quema de más de 5,000 ídolos y otras parafernalias rituales, incluidos 27 códices mayas, escritos en papel de corteza y piel de venado.

El aspecto más notable de la religión o la “idolatría” maya, como señala Sarvide Primo, “era que se trataba de una religión dinámica. El individuo desempeñaba un papel activo en la petición, la propiciación, en honrar y adorar a sus dioses.

“El clero católico percibía a los ‘ídolos’ como el enemigo odiado al que se enfrentaban en su batalla por la conversión religiosa de los mayas. Las innumerables efigies de madera y barro, descubiertas por los primeros frailes y sacerdotes seculares en la provincia de Yucatán (la cual abarcaba los territorios actuales de Yucatán, Campeche, Quintana Roo y Tabasco), y los ‘demonios’ que creían influían en su creación fueron el foco de su ‘ira piadosa’ y el objeto de su destrucción”.

La exposición se dividió en cinco núcleos temáticos: “La religión maya prehispánica”, espacio donde se dio un acercamiento al poder de las divinidades mayas, al modo de elaboración de sus efigies y los rituales implicados en ello; “Del culto a la idolatría” abordó los cambios religiosos y culturales a los que se enfrentaron los indígenas mayas con la llegada de los conquistadores y misioneros a la península de Yucatán.

El tercer módulo, “Maní, donde todo pasó”, se enfocó en el proceso de cimentación del catolicismo con la conversión de los xiu y la construcción del primer convento en un pueblo de indios. Asimismo, ofreció un panorama de las medidas acotadas por los misioneros en contra de la idolatría. Con estos antecedentes, el visitante se encontraba ante “El auto de fe de Maní”, el cuarto apartado, cuyos hechos eran descritos junto a una nota biográfica de fray Diego de Landa, juez eclesiástico que encabezó ese evento.

El último núcleo fue pensado como un espacio de reflexión sobre lo visitado, un lugar desde el cual comprender las lecciones que nos pueden dejar los procesos históricos pasados, para encaminar nuestras decisiones futuras como sociedad.

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