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Vincent van Gogh pintaba con furia en un campo, sometiendo a su voluntad los espesos óleos, los amarillos desenfrenados y los azules espléndidos. La obra maestra resultante, “Trigal con cuervos”, borbotea del lienzo como champán en tecnicolor. Los historiadores del arte creen que el maestro holandés la pintó el 8 de julio de 1890.
Por lo que saben, Van Gogh produjo otra obra impresionante al día siguiente, el 9 de julio, de más campos de trigo bajo nubes atronadoras. En los verdes vibrantes de la pintura, se puede imaginar al artista trabajando frenéticamente entre los tallos.
Alrededor del 10 de julio, apareció otra maravilla de Van Gogh: una pintura de un jardín ordenado con un gato merodeando. Y al día siguiente, el 11 de julio, el artista parece haber regresado a los campos, probablemente madrugando como era su costumbre, pintándolos salpicados de amapolas de color rojo sangre, bajo un cielo azul arremolinado.
A los 37 años y en el apogeo de sus poderes, Van Gogh derrochaba genio a razón de una pintura por día. Pero menos de tres semanas después estaba muerto por un tiro que se había infligido.
Una nueva exposición en el Museo Orsay de París se centra en los últimos dos meses de Van Gogh antes de su muerte el 29 de julio de 1890. Es extraordinaria y extraordinariamente dolorosa, porque este último período en la vida del artista fue también uno de los más productivos. La trágica paradoja del conjunto sin precedentes de pinturas y dibujos es que muestra a Van Gogh en un derroche de creatividad, justo cuando su vida avanzaba hacia su fatídico final.
Tras un año de estancia en un hospital psiquiátrico, al que ingresó voluntariamente unos meses después de cortarse la oreja izquierda, Van Gogh se había reinstalado en el pueblo francés de Auvers-sur-Oise, al norte de París. Tenía paisajes pintorescos que también inspiraron a Paul Cézanne, Camille Pissarro y otros artistas. Y contaba con un médico especializado en depresión, Paul Gachet, que acogió a Van Gogh como paciente.
Siguiendo el consejo del médico, Van Gogh se puso a toda marcha creativa y se dedicó a su trabajo para no pensar demasiado en su enfermedad mental. Produjo la asombrosa cantidad de 74 pinturas, incluidas algunas de sus obras maestras, y decenas de dibujos en 72 días.
Después de llegar el 20 de mayo a Auvers y registrarse en un albergue, Van Gogh inmediatamente se puso a trabajar con sus pinceles y pinturas, aparentemente puliendo al menos siete pinturas de casas, castaños en flor y el jardín del Dr. Gachet en su primera semana.
“Para él era importante pintar rápidamente, capturar un sentimiento, capturar una visión”, dijo Emmanuel Coquery, uno de los curadores de la muestra.
“Se levantaba muy temprano en la mañana, alrededor de las 5:00, tomaba su café, salía con su caballete, lienzo y pinceles, y se colocaba frente al tema que había identificado. Pintaba toda la mañana y volvía a trabajar en el estudio por la tarde”, dijo Coquery.
“Pasaba todos sus días pintando, tal vez 12 horas al día”.
Para la exposición titulada “Van Gogh en Auvers-sur-Oise: Los últimos meses”, el Museo de Orsay, que cuenta con la colección de arte impresionista y postimpresionista más rica del mundo, ha reunido alrededor de 40 pinturas de Van Gogh y unos 20 dibujos de este período fugaz y trágico. Fueron necesarios cuatro años de investigación y persuasión para liberar valiosas obras en préstamo de otros museos y colecciones, y Orsay logró acuerdos prestando también algunas de sus piezas a cambio.
La exposición incluye 11 pinturas que Van Gogh creó en lienzos alargados inusuales, experimentando con efectos sorprendentes. Sus dimensiones, 1 metro de largo, 50 centímetros de alto, dan a las pinturas un aspecto dramático, panorámico y de pantalla ancha.
Prestadas de ocho museos y colecciones, es la primera vez que las 11 pinturas se muestran juntas. Otra versión de la exposición, con diez lienzos alargados, se mostró por primera vez en el Museo Van Gogh de Ámsterdam a principios de este año.
Incluyen la magistral “Trigal con cuervos”, prestada desde Ámsterdam, con sus premonitorios pájaros negros a los que casi se les puede escuchar graznando mientras emprenden el vuelo.
Igualmente conmovedora, pero también desconcertante, es “Raíces de árbol”, en parte porque se cree que es la última obra de Van Gogh.
Se cree que la pintó el 27 de julio de 1890, antes de pegarse un tiro en el pecho esa noche. Van Gogh logró regresar a su habitación, pero murió dos días después. Dos autores estadounidenses pusieron en duda este relato en 2011, sugiriendo que dos adolescentes dispararon al artista. Pero el intento de suicidio, finalmente fatal, es la versión que más se cree.
En la mezcla de raíces de árboles en tonos azules de la pintura que luchan por llamar la atención entre los verdes de la maleza tupida y los marrones del suelo, el espectador imagina confusión, angustia y dolor. En 2020, un investigador holandés identificó el lugar exacto donde Van Gogh pintó la obra, un descubrimiento que arrojó nueva luz sobre las últimas horas del angustiado artista.
Al igual que la música del dios del rock Jimi Hendrix, la poesía de Sylvia Plath o el desenfreno del graffiti del artista neoyorquino Jean-Michel Basquiat, el espectáculo de Van Gogh obliga a plantearse la pregunta: ¿Qué otras maravillas habría dejado si hubiese vivido más?
Sin embargo, experimentar el mundo a través de los ojos de Van Gogh, con sus colores y escenas tan vivas que parecen respirar, también es un regalo permanente. Para el espectador, el espectáculo es una combinación alucinante de arrepentimiento y asombro.
“La calidad es deslumbrante”, dijo Coquery, el curador. “Es un verdadero espectáculo de fuegos artificiales”.
“Van Gogh en Auvers-sur-Oise: Los últimos meses” se presentará en el Museo de Orsay hasta el 4 de febrero de 2024.