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Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han localizado e iniciado labores de salvamento de un sitio arqueológico en el sur de Tamaulipas, denominado El Naranjo, donde se han registrado un par de basamentos circulares y recuperado más de una decena de enterramientos humanos que, vistos conjuntamente, dan cuenta de la diversidad de antiguas prácticas funerarias en esta área de la Huasteca tamaulipeca.
Esto, mediante un rescate arqueológico que acompaña la construcción de la carretera Mante-Ocampo-Tula (que conectará los municipios de Mante, Ocampo y Tula), que realiza la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del INAH y del Centro INAH Tamaulipas.
El coordinador de estas tareas, el arqueólogo Esteban Ávalos Beltrán, informa que en este proyecto, el cual después se convertiría en un salvamento, se han identificado y explorado un par de construcciones de tierra con mampostería de roca caliza y basalto. El denominado Montículo 4 tiene 20 metros de diámetro, mientras que el Montículo 1 alcanza los 30 metros; se trata de espacios donde se realizaban actividades de distinta índole.
Al interior del Montículo 4, abunda, se descubrió un enterramiento múltiple y simultáneo, consistente en las osamentas de tres individuos adultos, los cuales al ser inhumados fueron ataviados con pendientes de concha y cuarzo verde, de cinco por seis centímetros.
Otros entierros de tipo individual fueron depositados, en su mayoría, en posición flexionada, sedente y dorsal, así como lateral. Entre estos destaca el entierro 4, encontrado en el Montículo 1, el cual se trata de un personaje adulto localizado dentro de un túmulo de piedra caliza, práctica funeraria similar a las observadas en el sitio de Tamtoc, en San Luis Potosí, al sur del estado de Tamaulipas, de ahí la relevancia de su identificación en la zona.
El investigador del Centro INAH Tamaulipas explica que lo interesante de El Naranjo es su localización, junto con otros sitios, en el septentrión mesoamericano, “en uno de los valles de la Sierra Madre Oriental, entre las Grutas de la Puente y el Cañón de La Servilleta, donde comienzan a observarse características que siglos más adelante, en el periodo Posclásico (1200-1521 d.C.), se asociarían a la tradición cultural huasteca”.
Sobre la ocupación del sitio, Ávalos Beltrán, a quien asiste en campo su colega Marco Méndez Bobadilla, detalla que, con base en los tipos cerámicos encontrados, de estilos Zaquil negro y rojo, y las dos etapas de construcción identificadas para el Montículo 4, es probable que El Naranjo estuvo activo hacia la fase tardía del periodo Clásico (600 y 900 d.C.), hace más de un milenio.
No obstante, “el área de Ocampo comenzó su ocupación varios siglos antes de nuestra era, en la Fase Infiernillo (7000 a.C.), la cual se asocia con etapas de domesticación de plantas silvestres y origen de la agricultura en México. Grupos locales y foráneos desarrollaron una cultura particular, como lo demuestra su arquitectura y su cerámica, entre otros rasgos, que implica estudiarlos no sin antes considerar que participaban de una dinámica social mayor entre los pueblos de la costa del Golfo en Mesoamérica y el norte de México”, acota.
En ese sentido, destaca la calidad del trabajo constructivo, el cual alternó tierra, piedra caliza y basalto, evidencia de un importante acarreo de material y la existencia de mano de obra especializada en el área. También es de mencionar la delicada talla de ornamentos de concha, algunos en forma de flor; cuarzos perforados y navajillas de obsidiana gris.
Por último, el investigador destaca que, este proyecto es de suma importancia para la arqueología de Tamaulipas, ya que es uno de los hallazgos más relevantes en las últimas décadas, debido a la gran cantidad de información recuperada a través de registros detallados que, sin duda, dan paso a conocer más sobre la filiación biológica y cultural de las antiguas poblaciones que habitaron el territorio que hoy es Tamaulipas.